I. Lo que yo traigo
Traigo un soplo de brisa en la solapa,
un lazo de oropel junto a mi pelo,
una mirada, que pintó mi cielo
y la tierna palabra que se escapa.
Traigo el andar de una cintura guapa,
el ímpetu carácter del antaño,
aquel adiós que me costó un regaño
en las sandalias de la vieja etapa.
Traigo conmigo mis mejores cosas,
las viejas fotos, las marchitas rosas,
los ejes de un timón a la deriva.
Cargo con mis recuerdos como un pago,
agua y azúcar, como un fino trago,
para saber que entonces, sigo viva.
II.En el viejo baúl
Abro el baúl que encierra todo aquello,
dejo escapar las viejas agujetas
tejiendo ensueños, sobre falsas metas,
aunque muriese por dolor del cuello.
En la amarilla carta, un viejo sello,
traté de descifrar el remitente
pero algún cuño que indicaba: !Urgente!
borró la huella sin dejar destello.
Solo el triste cajón con mil tarecos,
pedazos de mi amor, viejos muñecos,
guardados entre telas y cobijas.
Sombreros que flotaron bajo soles,
arenas de ilusión y caracoles,
hoy se convierten en ideas fijas.
III. Mi catre
Cerré los ojos sobre el catre viejo,
quise dormir debajo de las palmas,
y ellas, serenas, como buenas almas,
cuidaron de mi sueño sin complejo.
Erase solo un sueño, un viejo sueño,
que se destila desde algún paraje,
quizás las palmas eran fino encaje
y el catre viejo algún colchón de empeño.
Ahora resulta que despierta veo,
el sueño que aquel día no era feo
porque la brisa me cerro los ojos.
No sé porque yo quiero despertarme,
si en el catre por fin puedo quedarme
para satisfacer viejos antojos.
IV. Lo que tenía
Acaso tengo tanto, tanto tengo,
cuando miro hacia atrás no tengo nada,
una vieja libreta que asustada
apunta todo aquello que devengo.
Me quedará el honor o el abolengo
cuando miro mi foto plasticada,
aquella en el carné, la suerte echada,
de aquel franco rincón de donde vengo.
Tengo tan sólo mis mejores ratos,
si acaso recordara mis zapatos,
aquellos que por nombre yo llamaba.
Eran gordos y rusos, areneros,
únicos en mis pies, eran sinceros
pues casi nunca yo me los quitaba.
V. Los que se van
Ruge la lancha, zarpa rumbo abierto,
un bando de gaviotas se perfila,
y gruesas betas de dolor destila
el mar ennegrecido de mi puerto.
Las manos, los adióses, un concierto
de lánguida y ansiosas despedidas,
francas sonrisas lejos percibidas
hacia lejanos puntos de lo incierto.
Mi corazón atado también vuela,
se marcha el rostro de la afable abuela
la abuela mas feliz y complaciente.
Yo solo digo adiós a los adióses,
ya la lancha se aleja con sus voces
y atrás quedó la niña adolecente.
VI -Desde el parque
Amado parque que al poema invitas,
como invitabas a jugar entonces,
viejas estatuas de dormidos bronces
hoy rememoran las antañas citas.
Camino de medidas, flores, bancos,
juegos, patines, rondas, bicicletas,
tardes planchadas para oír retretas,
o grandes emociones sobre zancos.
Hoy eres el testigo de este canto
tengo que recordarte, !tanto,! !tanto!,
como no lo imaginas en tu espera.
Sé que todos pasamos por tu vida
con esa historia amigo, compartida,
que del invierno va a la primavera.
VII-Detrás del papalote
Busco aquel papalote, que flotaba,
junto a la nube de mi quieta infancia,
sé que volé tan alto en la distancia
que sólo un buen cordel me sujetaba.
Que gusto era volar tan quietamente,
cuando la suave brisa sostenía
el papalote de mi fantasía,
sobre el paisaje lustro de mi mente.
Era de güines y papel de china,
tenía algún color en cada esquina,
su cola de tiritas amarradas.
Era un gran coronel, mi papalote,
yo le daba cordel corriendo al trote
y junto a él flotaban carcajadas.
IX-Más allá de los minutos
(comienzo de 12 versos a intensión)
Traigo un soplo de brisa en la solapa,
un lazo de oropel junto a mi pelo,
una mirada, que pintó mi cielo
y la tierna palabra que se escapa.
Traigo el andar de una cintura guapa,
el ímpetu carácter del antaño,
aquel adiós que me costó un regaño
en las sandalias de la vieja etapa.
Traigo conmigo mis mejores cosas,
las viejas fotos, las marchitas rosas,
los ejes de un timón a la deriva.
Cargo con mis recuerdos como un pago,
agua y azúcar, como un fino trago,
para saber que entonces, sigo viva.
II.En el viejo baúl
Abro el baúl que encierra todo aquello,
dejo escapar las viejas agujetas
tejiendo ensueños, sobre falsas metas,
aunque muriese por dolor del cuello.
En la amarilla carta, un viejo sello,
traté de descifrar el remitente
pero algún cuño que indicaba: !Urgente!
borró la huella sin dejar destello.
Solo el triste cajón con mil tarecos,
pedazos de mi amor, viejos muñecos,
guardados entre telas y cobijas.
Sombreros que flotaron bajo soles,
arenas de ilusión y caracoles,
hoy se convierten en ideas fijas.
III. Mi catre
Cerré los ojos sobre el catre viejo,
quise dormir debajo de las palmas,
y ellas, serenas, como buenas almas,
cuidaron de mi sueño sin complejo.
Erase solo un sueño, un viejo sueño,
que se destila desde algún paraje,
quizás las palmas eran fino encaje
y el catre viejo algún colchón de empeño.
Ahora resulta que despierta veo,
el sueño que aquel día no era feo
porque la brisa me cerro los ojos.
No sé porque yo quiero despertarme,
si en el catre por fin puedo quedarme
para satisfacer viejos antojos.
IV. Lo que tenía
Acaso tengo tanto, tanto tengo,
cuando miro hacia atrás no tengo nada,
una vieja libreta que asustada
apunta todo aquello que devengo.
Me quedará el honor o el abolengo
cuando miro mi foto plasticada,
aquella en el carné, la suerte echada,
de aquel franco rincón de donde vengo.
Tengo tan sólo mis mejores ratos,
si acaso recordara mis zapatos,
aquellos que por nombre yo llamaba.
Eran gordos y rusos, areneros,
únicos en mis pies, eran sinceros
pues casi nunca yo me los quitaba.
V. Los que se van
Ruge la lancha, zarpa rumbo abierto,
un bando de gaviotas se perfila,
y gruesas betas de dolor destila
el mar ennegrecido de mi puerto.
Las manos, los adióses, un concierto
de lánguida y ansiosas despedidas,
francas sonrisas lejos percibidas
hacia lejanos puntos de lo incierto.
Mi corazón atado también vuela,
se marcha el rostro de la afable abuela
la abuela mas feliz y complaciente.
Yo solo digo adiós a los adióses,
ya la lancha se aleja con sus voces
y atrás quedó la niña adolecente.
VI -Desde el parque
Amado parque que al poema invitas,
como invitabas a jugar entonces,
viejas estatuas de dormidos bronces
hoy rememoran las antañas citas.
Camino de medidas, flores, bancos,
juegos, patines, rondas, bicicletas,
tardes planchadas para oír retretas,
o grandes emociones sobre zancos.
Hoy eres el testigo de este canto
tengo que recordarte, !tanto,! !tanto!,
como no lo imaginas en tu espera.
Sé que todos pasamos por tu vida
con esa historia amigo, compartida,
que del invierno va a la primavera.
VII-Detrás del papalote
Busco aquel papalote, que flotaba,
junto a la nube de mi quieta infancia,
sé que volé tan alto en la distancia
que sólo un buen cordel me sujetaba.
Que gusto era volar tan quietamente,
cuando la suave brisa sostenía
el papalote de mi fantasía,
sobre el paisaje lustro de mi mente.
Era de güines y papel de china,
tenía algún color en cada esquina,
su cola de tiritas amarradas.
Era un gran coronel, mi papalote,
yo le daba cordel corriendo al trote
y junto a él flotaban carcajadas.
IX-Más allá de los minutos
(comienzo de 12 versos a intensión)
Viajo adoquines adentro
cuando el sueño me importuna,
me disfrazo con la luna
cuando en la noche me encuentro.
El recuerdo es como el centro
que se repite mil veces,
buscas las exquisiteces
del sol bajo las estrellas
y sujetado de aquellas
armoniosas melodías
evocas las alegrías
de aquellas horas más bellas.
¿Qué pasa si las querellas
del lenguaje matutino,
te dejan ver el camino
donde habitaban doncellas?,
¿si detrás de viejas huellas
se esconden sobrias orugas,
si de prisa las tortugas
se empinan cual desafiantes
en el tiempo y en instantes
sobre la piel con arrugas?
No pasa lo que ha pasado
en el tiempo consumido,
ese que se va dormido
y que se queda plasmado.
El recuerdo está fraguado
en la luz de la memoria,
es la estampa transitoria
que se queda a flor de piel
escrito en algún papel.
o en el velo de tu historia.
X-Ensueños por la campiña
Huele a campo y ese olor
me va llegando en la brisa,
con esa quieta premisa
que se estampa en su verdor.
Huele a leña y a frescor
huele a guano y a café,
me huele no sé por qué,
a tabaco, ron y caña,
huele a llano y a montaña,
y hasta me huele a quinqué.
Sueño aquí en el canapé,
bajo una luna tan llena
que respiro la verbena
aunque en el campo no esté.
En este sueño gané,
un espacio en el bohío,
fui caminando hasta el río
y al antojo le dí tregua
cuando trotando en mi yegua
me desperté en el vacío.
cuando el sueño me importuna,
me disfrazo con la luna
cuando en la noche me encuentro.
El recuerdo es como el centro
que se repite mil veces,
buscas las exquisiteces
del sol bajo las estrellas
y sujetado de aquellas
armoniosas melodías
evocas las alegrías
de aquellas horas más bellas.
¿Qué pasa si las querellas
del lenguaje matutino,
te dejan ver el camino
donde habitaban doncellas?,
¿si detrás de viejas huellas
se esconden sobrias orugas,
si de prisa las tortugas
se empinan cual desafiantes
en el tiempo y en instantes
sobre la piel con arrugas?
No pasa lo que ha pasado
en el tiempo consumido,
ese que se va dormido
y que se queda plasmado.
El recuerdo está fraguado
en la luz de la memoria,
es la estampa transitoria
que se queda a flor de piel
escrito en algún papel.
o en el velo de tu historia.
X-Ensueños por la campiña
Huele a campo y ese olor
me va llegando en la brisa,
con esa quieta premisa
que se estampa en su verdor.
Huele a leña y a frescor
huele a guano y a café,
me huele no sé por qué,
a tabaco, ron y caña,
huele a llano y a montaña,
y hasta me huele a quinqué.
Sueño aquí en el canapé,
bajo una luna tan llena
que respiro la verbena
aunque en el campo no esté.
En este sueño gané,
un espacio en el bohío,
fui caminando hasta el río
y al antojo le dí tregua
cuando trotando en mi yegua
me desperté en el vacío.
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