
I
Querido Amor: tu sabes que no espero
para hacerte llegar mi fiel mensaje,
quizás estés haciendo tu equipaje
cuando aquí sola y triste yo me muero.
Escribirte tan sólo yo prefiero
ante esta pena que me da tu olvido,
de qué vale decirte que he perdido
hasta la fe de amar lo que mas quiero.
Tengo necesidad de algún abrazo,
necesidad urgente de un regazo
para vencer el miedo que me acosa.
Ya sé que tú no puedes escribirme,
pero mi pluma se sostiene firme
como el tallo prendido de una rosa.

II
Dulce muchacho: Dime, -¿dónde has ido?
¿adónde fue tu voz y tu mirada?
¿quién suspira en tu pecho como almohada,
que un día fue también mi suave nido?
El hilo de este amor quedó prendido
de una paloma blanca mensajera
que llega a ti sin importar siquiera
el gesto de un amor correspondido.
Por eso sigo haciendo esta misiva,
para que sepas que yo muero viva
en esta soledad que me devora.
Cuídate por favor, sé cauteloso,
disfruta aquel paisaje tan hermoso
que yo voy a rezar sin mas demora.

III
Mi loco amor: ya sabes que te escribo
desde esta alcoba que entibió tu alma,
en estas hojas donde busco calma
y sólo al desahogarme la recibo.
Tu diáfano silencio hoy yo derribo
con la esperanza de volver a verte,
qué extraño es este modo de quererte,
es como haber perdido algún estribo.
Decirte que te añoro cada día,
que me acompaña la melancolía
como un duende tal vez de lo imprevisto.
Que quiero renunciar a ti y no puedo,
que a veces en las noches rezo un credo
y ante mis ojos aparece Cristo.

IV
Amado mío: Como te recuerdo,
cómo busco tu olor por las gavetas,
por tus pañuelos, por tus camisetas,
y al son de tu fragancia yo me pierdo.
Quizás rendida por el desacuerdo,
que nos dejó la vida con su paso,
de tu recuerdo yo reboso el vaso
para beberlo cuando me remuerdo.
¡Perdóname! ya sabes que deliro
cuando te escribo versos y me inspiro
en el azul intenso de tus ojos.
¡Qué pena que no estás! para que veas,
aquellas plantas cual marchitas, feas,
hoy florecieron dos claveles rojos.

V
Mi buen amante: Mi cordial amigo,
de nuevo en este insomnio placentero
donde tú sigues siendo lo primero
de todo cuanto pienso y cuanto digo.
Llega el invierno, necesito abrigo,
necesito tu piel, tus tibios besos,
tus lánguidas pupilas, tus excesos,
el mágico placer de estar contigo.
Dime si volverás, no te detengas
qué importa la demora, cuando vengas
haremos una fiesta de alegría.
¡ Seremos tan felices !, ¡ tan felices !
que ya no existirán los días grises,
cuando te oiga decir, ¡ Amada mía !

VI
!Hola cariño!: Presentí antenoche
que tus manos rondaban otras pieles,
que tus besos rodaban por rieles
de otros labios ajenos de reproches.
Mis lágrimas brotaron sin derroche
del alma fuertemente castigada,
sufriendo, sin consuelo desterrada,
sola en silencio como cada noche.
Tan sólo pudo ser presentimiento,
intuiciones quizás de un sentimiento
que se alberga de pronto con las dudas.
¿Quién sabe dónde estas en este instante?
pero, que extraño, qué aunque estés distante
tu largo beso me recuerde a Judas.

VII
Mi pequeñito grande: ¿Cómo has hecho
para que siempre piense en tus ojazos,
tus sienes grises, nuestros dos ocasos
juntos de un modo sobre el mismo lecho?
Pasan los días, y sobre tu pecho
ya no descansan mis ardientes brazos,
no sé, si otros lejanos viejos lazos
me arranquen de una vez todo el derecho.
Tal vez, en medio de tus ilusiones,
recuerdes sin querer nuestras canciones
y traigan mi silueta a tú memoria.
Después aunque te abraces a otra gente,
el recuerdo de mi dirá presente
aunque pienses que fue una vieja historia.

VIII
Preciado amor: Qué dulce es el suspiro
que brota de mi alma enamorada,
ese suspiro que no dice nada
y tanto dice cuando en ti me inspiro.
No sé si de este amor loco deliro
escribiendo con penas enlazadas
cartas de amor que van por ti inspiradas
dibujando hasta el aire que respiro.
¿Qué tiene de misterio tu mirada?
la luna llena se quedó asombrada
la noche que tu y yo nos conocimos.
Quizás fuimos amantes de otras vidas
quién sabe cuántas noches compartidas
hoy se recuerdan desde que nos vimos.

IX
Me pides que no deje de escrirte:
pues bien, aquí te van algunas notas
que a veces yacen y perecen rotas
temiendo en ellas no querer herirte.
Eso es lo que me pasa por decirte,
que nunca le he temido a la derrota,
pues vuelo yo tan alto cual gaviota
sin pretender con ello rehuirte.
Me duele hasta el dolor que te ha dolido,
me duele el desamor que no ha podido
arrancar de mi pecho ni tu nombre.
Ya no lloro de amor, ni de tristeza,
porque muy dentro tengo la certeza
que serás para mi, sin que te asombre.

X
Cariño: tu no sabes cuanto extraño
esa manera loca de tenerte,
dos noches y tres días para verte
y los que restan ya no me hacen daño.
De domingo hasta el martes, mi peldaño,
ese donde me cuelgo de ilusiones,
donde descargo al fin las emociones
de un corazón alegre, triste, huraño.
No sé ni que pensar de mi existencia,
de la ternura y de la indiferencia
que llenan esas horas de mi vida.
A veces dejo todo al universo
y aunque el modo de amar, suena perverso
jamás logro sentirme arrepentida.

XI
Eterno amor: ¡Qué lindos tus zapatos!,
tus nuevos pantalones, tus camisas,
cambiaron tus tristezas por sonrisas
haciendo gala en tus mejores ratos.
Y yo escribo por ti, mil garabatos,
esos que me consuelan sin hablarte,
palabras, versos, sin poder besarte,
detalles como ves tan insensatos.
¿Por qué te amo? siempre me pregunto,
y la respuesta sólo tiene un punto,
un punto y una coma sin medida.
Te amo quizás porque el amor es bueno
y aunque hoy tú seas un amor ajeno
fue Dios quien te ha cruzado con mi vida.

XII
Mi caballero andante: ¿Qué armadura
recubre de tal modo tu silueta
para que ni una herida te haga grieta
en estos cuatro años de aventura?
O ¿qué frágil será mi vestidura
que se derrite ante tu azul mirada
sin importarle tan siquiera nada
ni el desamor, ni tu palabra ruda?
¿De qué magia y encanto te has vestido?,
¿qué material es ese que ha podido
hacerte tan audaz y resistente?
¿Cúal es la estirpe de tan buena raza,
que vives protegido en la coraza
de un hombre seductor, tan buena gente?

XIII
Gallardo caballero: Buen amante,
tu figura se pierde poco a poco,
te alejas ya de mi y aunque te invoco,
no llega tu respuesta en este instante,
Ya me has perdido por estar distante
huyendo del amor por mil razones,
justificadas por tus decisiones
sin escuchar mi queja suplicante.
Hoy en mi alcoba, sola, pensativa,
cuando no tengo la esperanza viva
ni tan siquiera de volver a verte,
creo que es para bien todo suceso
y aunque por dentro quiera tu regreso
empiezo a conformarme con perderte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario