














I
Como te entiendo mi querido Lorca,
como me llega tu dolor punzante,
tu verso oscuro, trino delirante
del lazo firme que al poeta ahorca.
Como siento de ti, cada palabra,
cada llaga de amor, febril, sangrante,
cada verso que brota desafiante
abriendo el surco que en tu pecho labra.
¿A quién retó tu amor en justo duelo?
¿por quién lloró de penas tu pañuelo?
¿en qué rincón ungido de azucenas?
¿Por quién cantaron tus febriles ojos?
¿Quién sobre besos te llenó de abrojos,
amortajando tu alma con cadenas?
II
Tu canto estructurado fiero asoma,
fiero y dulce a la vez, drásticamente,
poeta que al amar se lanza ardiente,
sobre el talle veloz, “tigre y paloma.”
Paloma blanca, ¡grita mensajera!
ese sentir profundo que te envuelve,
ese pesar del alma que te absuelve
en la armoniosa y dulce primavera.
Que crudo tu decir tan anhelante,
quien palmo a palmo deshojó el instante
con lágrimas de amor y sin consuelo.
¿Qué amor pudo escribirse con tal gozo,
para esculpir un verso con sollozo
entre mordiscos convocando al duelo?.
III
¿A donde fue tu voz y tu gemido?
lejana oscura voz tan susurrada,
voz que solloza bajo la nevada
y que se encrespa sobre el triste nido.
¿A donde fue tu voz, dí corzo herido?
buscando una respuesta calcinada,
tu voz poeta, mágica, endulzada,
que murmuraba arrullo en el oído.
¿Acaso el hilo se rompió en la noche
sin la misiva ansiada , ni un reproche
cuando tu corazón sabio aguardaba?
¿Pudo una voz colmarte de ventura
para que floreciera tu escritura
ante la pena que se dibujaba?
IV
Prefiero tu dolor hecho mil quejas,
por el temor que ante tus ojos brilla,
ese miedo a perder la maravilla
que apresabas tal vez entre tus rejas.
La noche cual fulgor lanzaba al viento,
el inefable canto de tu lira,
el ruiseñor que silba cuando aspira
“la solitaria rosa de tu aliento”.
¿No sé si la esperanza se hacía trizas,
en la vieja madera hecha cenizas
o en el decir austero de tu alma?
Pero se irguió la estatua con tu acento,
y en el verso sublime del momento
la fe te pudo devolver la calma.
V
Sé que llorar de amor nos duele tanto,
y así llorabas tú como un mendigo
.-
“con un puñal, con besos y contigo”.
Yo he sufrido también, ¡no sabes cuanto!
Yo sé, querido Lorca, de quebranto,
de recibir por miel cual vil veneno,
yo sé de penas y de amor ajeno,
escribiendo además versos con llanto.
Por eso no me extrañan tus razones,
tus suplicas de amor, tus decepciones,
tu forma de implorar y tu agonía.
Admiro cada frase hecha renglones
y sobre tus exactas reflexiones,
se gesta el verso de esta pluma mía.
VI
Pienso que tu reloj marco la hora,
aquella noche azul como ninguna,
pudiera ser la extraña y vieja luna
como alacrán que al pecho lo devora.
Pero supe de ti, Lorca, y ahora,
cuando reviso tu «lorquiano» verso,
sé que vibro de amor, de ese que inmerso
también dentro de mi se crece y mora.
¡Que sollozar a un tiempo se perfila!,
¡Que lánguido pesar por ti destila!,
al beberme de un sorbo tu lenguaje.
Quizás la afinidad es transparencia,
es la más inaudita coincidencia,
escrita en un retórico paisaje.
VII
Me gusta esa ciudad que “gota a gota”,
resuena bajo el manto de “encantada”,
anhelo esa respuesta ilusionada,
que de tan fiel dibujo sola brota.
“Los caminos, los rostros, y los sueños”
“la dalia hecha de penas y alegrías”,
“los muros de dolor”, tus fantasías,
el mágico esplendor de tus empeños.
Tu verso es como un canto que me agita,
tu verso es la afamada margarita
extendida en un valle floreciente.
Percibo fresca el agua de los pinos,
el olor a manzana en los caminos
que me dejó tu “corazón caliente”.
VIII
¿A dónde fue aquel verso consumado,
aquel “pichón de Turia” mensajero?
¿A dónde fue portando el más certero
mensaje del amor que se ha enviado?
¿Sus dulces ojos y su blanca pluma
dejaron de existir en unas manos,
o acaso con los lazos más humanos
se ataron al “laurel que vierte y suma”?
¡Ay, cuanta pena brota de la herida!
“
¡ay, aguja de hiel, camelia hundida!”
que quiere sofocar amor tan puro.
¡Ay, que raudo dolor me desespera!
cuando te abre la puerta una quimera,
en este intento de tu verso oscuro.
IX
Miro tu sangre, rota todavía,
en el canto sublime de violines,
busco el olor a rosa en los jardines
que viven en tu eterna poesía.
Te siento Lorca, y en tu rebeldía,
un concierto de amor hoy se derrama
sobre la aurora que incendió tú llama
oscilante y perpetua de la hombría.
Hoy doy la libertad que tanto ansía
tu corazón que llora, día a día,
en el lejano cielo amortajado.
Yo sé de ese sufrir y me conduelo
por ese justo amor que en su desvelo
siempre lo entrega todo enamorado.
X
Vuelan mis versos hacia tu memoria,
henchida en esa fuente donde exhalas,
color de mariposas que en sus alas
dibujan al azar tu inmensa gloria.
Como hacerte llegar en la notoria
brisa que aún me acecha en su medida,
un canto Lorca a lo que fue tu vida
en diez sonetos sin dedicatoria.
Amor, sólo el amor se ratifica,
sufrir, tal como tu, me glorifica
en esta vida plena y transitoria
Que bien me hizo leer “once sonetos”
aquellos tus oscuros once retos
que hoy te dedico en diez, para tu historia.
Como te entiendo mi querido Lorca,
como me llega tu dolor punzante,
tu verso oscuro, trino delirante
del lazo firme que al poeta ahorca.
Como siento de ti, cada palabra,
cada llaga de amor, febril, sangrante,
cada verso que brota desafiante
abriendo el surco que en tu pecho labra.
¿A quién retó tu amor en justo duelo?
¿por quién lloró de penas tu pañuelo?
¿en qué rincón ungido de azucenas?
¿Por quién cantaron tus febriles ojos?
¿Quién sobre besos te llenó de abrojos,
amortajando tu alma con cadenas?
II
Tu canto estructurado fiero asoma,
fiero y dulce a la vez, drásticamente,
poeta que al amar se lanza ardiente,
sobre el talle veloz, “tigre y paloma.”
Paloma blanca, ¡grita mensajera!
ese sentir profundo que te envuelve,
ese pesar del alma que te absuelve
en la armoniosa y dulce primavera.
Que crudo tu decir tan anhelante,
quien palmo a palmo deshojó el instante
con lágrimas de amor y sin consuelo.
¿Qué amor pudo escribirse con tal gozo,
para esculpir un verso con sollozo
entre mordiscos convocando al duelo?.
III
¿A donde fue tu voz y tu gemido?
lejana oscura voz tan susurrada,
voz que solloza bajo la nevada
y que se encrespa sobre el triste nido.
¿A donde fue tu voz, dí corzo herido?
buscando una respuesta calcinada,
tu voz poeta, mágica, endulzada,
que murmuraba arrullo en el oído.
¿Acaso el hilo se rompió en la noche
sin la misiva ansiada , ni un reproche
cuando tu corazón sabio aguardaba?
¿Pudo una voz colmarte de ventura
para que floreciera tu escritura
ante la pena que se dibujaba?
IV
Prefiero tu dolor hecho mil quejas,
por el temor que ante tus ojos brilla,
ese miedo a perder la maravilla
que apresabas tal vez entre tus rejas.
La noche cual fulgor lanzaba al viento,
el inefable canto de tu lira,
el ruiseñor que silba cuando aspira
“la solitaria rosa de tu aliento”.
¿No sé si la esperanza se hacía trizas,
en la vieja madera hecha cenizas
o en el decir austero de tu alma?
Pero se irguió la estatua con tu acento,
y en el verso sublime del momento
la fe te pudo devolver la calma.
V
Sé que llorar de amor nos duele tanto,
y así llorabas tú como un mendigo
.-
“con un puñal, con besos y contigo”.
Yo he sufrido también, ¡no sabes cuanto!
Yo sé, querido Lorca, de quebranto,
de recibir por miel cual vil veneno,
yo sé de penas y de amor ajeno,
escribiendo además versos con llanto.
Por eso no me extrañan tus razones,
tus suplicas de amor, tus decepciones,
tu forma de implorar y tu agonía.
Admiro cada frase hecha renglones
y sobre tus exactas reflexiones,
se gesta el verso de esta pluma mía.
VI
Pienso que tu reloj marco la hora,
aquella noche azul como ninguna,
pudiera ser la extraña y vieja luna
como alacrán que al pecho lo devora.
Pero supe de ti, Lorca, y ahora,
cuando reviso tu «lorquiano» verso,
sé que vibro de amor, de ese que inmerso
también dentro de mi se crece y mora.
¡Que sollozar a un tiempo se perfila!,
¡Que lánguido pesar por ti destila!,
al beberme de un sorbo tu lenguaje.
Quizás la afinidad es transparencia,
es la más inaudita coincidencia,
escrita en un retórico paisaje.
VII
Me gusta esa ciudad que “gota a gota”,
resuena bajo el manto de “encantada”,
anhelo esa respuesta ilusionada,
que de tan fiel dibujo sola brota.
“Los caminos, los rostros, y los sueños”
“la dalia hecha de penas y alegrías”,
“los muros de dolor”, tus fantasías,
el mágico esplendor de tus empeños.
Tu verso es como un canto que me agita,
tu verso es la afamada margarita
extendida en un valle floreciente.
Percibo fresca el agua de los pinos,
el olor a manzana en los caminos
que me dejó tu “corazón caliente”.
VIII
¿A dónde fue aquel verso consumado,
aquel “pichón de Turia” mensajero?
¿A dónde fue portando el más certero
mensaje del amor que se ha enviado?
¿Sus dulces ojos y su blanca pluma
dejaron de existir en unas manos,
o acaso con los lazos más humanos
se ataron al “laurel que vierte y suma”?
¡Ay, cuanta pena brota de la herida!
“
¡ay, aguja de hiel, camelia hundida!”
que quiere sofocar amor tan puro.
¡Ay, que raudo dolor me desespera!
cuando te abre la puerta una quimera,
en este intento de tu verso oscuro.
IX
Miro tu sangre, rota todavía,
en el canto sublime de violines,
busco el olor a rosa en los jardines
que viven en tu eterna poesía.
Te siento Lorca, y en tu rebeldía,
un concierto de amor hoy se derrama
sobre la aurora que incendió tú llama
oscilante y perpetua de la hombría.
Hoy doy la libertad que tanto ansía
tu corazón que llora, día a día,
en el lejano cielo amortajado.
Yo sé de ese sufrir y me conduelo
por ese justo amor que en su desvelo
siempre lo entrega todo enamorado.
X
Vuelan mis versos hacia tu memoria,
henchida en esa fuente donde exhalas,
color de mariposas que en sus alas
dibujan al azar tu inmensa gloria.
Como hacerte llegar en la notoria
brisa que aún me acecha en su medida,
un canto Lorca a lo que fue tu vida
en diez sonetos sin dedicatoria.
Amor, sólo el amor se ratifica,
sufrir, tal como tu, me glorifica
en esta vida plena y transitoria
Que bien me hizo leer “once sonetos”
aquellos tus oscuros once retos
que hoy te dedico en diez, para tu historia.
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